Dafne Giralda Fuentes

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Dafne Giralda Fuentes (Valladolid, 1985) compagina su gusto por la anatomía humana con la narración erótica. Sus primeras lecturas fueron unos graciosos libros de color rosa que había en el salón de su casa con una Sonrisa Vertical. En su historia «Románticos violines» rinde homenaje a la naturalidad de la música, acompañante de los momentos más importantes de nuestras vidas.

A veces con prisas, otras con lentitud estudiada, sostiene que la tarea de descubrir la piel del otro (o de la otra, o de los que sea necesario…) es el principio de lo erótico. Siempre que no se dedique a vestir y desvestir a sus parejas en público, considera su fetiche controlado.

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P: Tu historia se llama «Románticos violines» y en ella la música juega un papel muy importante. ¿Cuál es tu relación con ese mundo?

R: Si alguien se pregunta si toco algún instrumento musical… no es así, lamentablemente. En el instituto asistí a clases de piano unos años, pero la exigencia del dominio musical pudo conmigo. No por ello he perdido la admiración por la música y por la forma en que la procesamos en nuestra mente, colmando la música de recuerdos.

Muchas veces cuando leo un libro escucho música, y algunas canciones se han quedado grabadas junto con un fragmento especial, como una experiencia sensitiva muy cercana. Por ese mismo motivo me pareció una idea estupenda que cada relato de Cuando calienta el sol viniera acompañando de su banda sonora.

P: Tú eres de Valladolid, la protagonista también… Las comparaciones son odiosas, pero ¿hay algo de autobiográfico en tu relato?

R: A veces te entra el orgullo patrio y te apetece escribir de tu barrio, de las cosas comunes con tus amigos de toda la vida. Y me gustó ese pequeño guiño a las calles de Valladolid. Algunas referencias son solo para pucelanos nostálgicos. Por lo demás, en las experiencias eróticas la mente es muy libre, pero el relato describe una noche de verano muy alejada de mi propia experiencia, lo siento…

Sin embargo, por mucho que se «cree» en literatura, se parte de alguna vivencia, de algo que alguna vez te ha llamado la atención y lo representas a tu manera personal. Normalmente cuando escribo parto de una frase. En el caso de «Románticos violines», aunque no existen las palabras como tal en el texto, se trata de una declaración de odio total: ese momento en el que Loreto escupe a La Nieves en la boca. Una persona que aborrece tanto a otra como la aborrecen a ella. Así es como empecé a construir mi escenario.

Personalmente no tengo tanta capacidad de odio. Odiar es muy cansado (también exige cierta constancia), pero sí he sentido ese momento de locura, un instante en el que quieres dejarte llevar por esa sensación que sube desde el estómago y casi te ciega.

P: En tu estilo se aprecian notas simbolistas, un poco decadentes, al estilo de la escuela francesa. ¿Hay algo de cierto en esto?

R: Si alguien lo ha notado, me imagino que será cierto. (Risas). Me gusta mucho la literatura fin-de-siècle, tanto prosa como lírica, y las historias que versan sobre La Belle Époque, ese periodo entre el s. XIX y el XX. Salvando las formas de narrar algo afectadas de entonces, que ya están un poco pasada de moda, el pensamiento que encierran sus obras es revelador, entre el miedo y la esperanza. Se trata de un mundo oscuro iluminado por los descubrimientos tecnológicos, como la electricidad. Indudablemente eso ha influenciado mi forma de narrar, y ha convertido mi prosa en una especie de monstruo muy dulce. La poesía tiene también gran parte de culpa, porque me decanto por el simbolismo y la plasticidad de los espacios, buscando siempre un viaje sensorial a los personajes.

P: Ya has ganado algún premio de relato erótico en el pasado. ¿Piensas seguir con este género?

R: La erótica está presente en todo, siempre (si no, soy una pervertida). Me refiero a que la sexualidad es algo tan inherente en nuestra personalidad, tanto mostrarla públicamente como esconderla, que no puedo dejar de investigar sobre ella. La literatura erótica es el género en el que me siento más cómoda, aunque no está mal buscar otros horizontes… sin sexo o en el que no forme parte fundamental de la trama. Pero el género erótico es en el que me he criado, el que más me ha llamado la atención y no dejaré de pensar en ello… en el género, no en el sexo. (Risas). Bueno, ¡en eso tampoco hay que dejar de pensar!

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