Razones por las que la editorial rechaza tu manuscrito

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Desde el punto de vista de un escritor (que, como todos sabemos, son seres muy sensibles y de ego enorme pero frágil), cuando una editorial rechaza una obra que le has enviado, solo puede deberse a una razón: PIENSA QUE ES MALA. Piensa que yo no sé escribir. Piensa que yo no soy lo suficientemente buena o bueno. ¿No?

Por nuestra experiencia, los rechazos editoriales o el dar la callada por respuesta, que suele ser mucho más habitual no suelen implicar un rechazo del autor o de su escritura y ni mucho menos tienen nada de personal. Más que a la «calidad» objetiva de la obra en sí, suelen deberse a alguna de estas causas:

1. No tenemos tiempo.

Premisa básica: si bien el autor suele tener todo el tiempo del mundo para regodearse en su obra y esperar con los pelos de punta una contestación a alguna de sus propuestas, un editor nunca tiene tiempo. Por decirlo mal, vamos a toda hostia entre imprentas, plazos, presentaciones y contactos, lectores, agentes, contratos, ilustradores, envíos a reseñas, mimar a los autores que ya tenemos (que creedme, requieren su mantenimiento) y buscar títulos para fijar un catálogo.

¡Claro que nos gusta que nos envíen cosas nuevas! Pero lamentablemente, no siempre tenemos tiempo para algo tan sencillo como leer un correo electrónico no relacionado con todo lo que ya tenemos entre manos. Por eso en Café con Leche solo hemos hecho convocatorias concretas hasta ahora, porque sabemos que otras obras no las leeríamos. Así de claro. No tenemos tiempo y no queremos que la gente se ilusione pensando que estamos evaluando su obra cuando ni siquiera hemos podido abrir el archivo.

Si nosotros vamos así de ocupados, podéis imaginar el ambiente en un sello grande o mediano. Así que lo más probable no es que ese editor que no os haya contestado piense que vuestra obra es mala y por eso no quiera publicarla, sino que ni siquiera la haya leído. Aunque tuviera la intención de hacerlo. Todos sabemos dónde van las buenas intenciones.

2. No tenemos recursos.

Esto está muy relacionado con el punto 1. Vale, supongamos que he abierto el correo y su adjunto y que la propuesta me ha llamado la atención. Podríais decir: pues dádselo a un lector para que haga un informe, pues dádselo a un traductor para traducir (en el caso de sugerencias de obras en otros idiomas), ¿verdad?

Resulta que los pequeños editores, aunque todo el mundo piensa que van por el mundo pegándose comilonas y conduciendo Mercedes es cierto que hay quien lo hace, suelen ser más pobres que las ratas. Solo una editorial grande puede acceder al nivel de recursos que a menudo imaginan los escritores. La mayoría de nosotros compatibilizamos la edición con otros trabajos y asumimos que la mayoría de nuestros libros dan muy poco dinero (y esto también va por los autores).

Nos divertimos con el oficio, pero no podemos invertir miles de euros para la lectura, miles de euros para la traducción, miles de euros para la promoción y miles de euros para comprar seguidores en Facebook para el autor… porque nuestros libros no amortizarían ni un 10% de eso, y eso suponiendo que nuestro trabajo fuera totalmente gratuito y por amor al arte.

3. No trabajamos con este tipo de libro.

Esta suele ser una de las causas más comunes de rechazo. Muchos autores creen que es una forma indirecta y amable de decir TU OBRA ES MALA, pero los editores que la emplean suelen ser bastante veraces. ¿A que a nadie en su sano juicio se le ocurriría enviar una chick-lit a Sajalín, una distopía juvenil a Malpaso, una novela inspirada en Proust a Versátil o un libro ilustrado para niños a Harlequin?

Bueno, pues esto es lo que sucede con una frecuencia abismal. Los escritores, que tampoco conocen el negocio editorial más que en su superficie, se hinchan de enviar correos con su obra a todo lo que está a su alcance, sin fijarse en el tipo de editorial que es o a lo que suele dedicarse. Envían manuscritos en castellano a editoriales que no han editado una obra en castellano en su vida. Mandan poesía a editoriales de narrativa. Quieren ser publicados en papel por editoriales digitales, y así hasta la saciedad.

Es evidente que un escritor no tiene por qué conocer al dedillo el catálogo de la editorial con la que se pone en contacto, pero es mucho más útil hacer unos pocos contactos estudiados que «bombardear» con tu obra a personas a las que no les interesa. Una editorial es un negocio, y todas las editoriales que he mencionado arriba tienen su circuito exclusivo para el tipo de libro con el que trabajan. Lo ideal sería que el escritor comience por preguntarse qué tipo de obra es su libro y, después, investigue las editoriales para saber si su obra podría encajar en ellas. Todos nos ahorraríamos trabajo.

4. Creemos que el libro no vendería.

Repito, una editorial es un negocio, no una ONG (aunque Café con Leche y muchas otras nos acercamos peligrosamente a ello). En ocasiones leemos las obras, nos gustan y… empezamos a pensar en cómo las enfocaríamos, a quién se las venderíamos y cómo, y nos encontramos con que no lo sabemos. ¿Cómo? ¿Que no sabemos nosotros vender una obra? Pues sí.

Ejemplo muy evidente: los autores españoles, salvo excepciones, venden mal. Los autores noveles, salvo excepciones, venden fatal. Imaginad, pues, una obra muy literaria, difícil de entender, que requiera una lectura pausada y… de un autor novel y en castellano. Bingo: salvo que suene la campana, es muy difícil que esa novela venda. A lo mejor la editorial decide que la obra vale tanto la pena que quiere publicarla por el prestigio que le dará, o porque tiene la intención de ganar un premio con ella, pero amigo, eso es algo distinto. Postureo lo hay en todas partes, y claro que a veces publicamos cosas que nos gustan porque nos sale de las narices.

En ocasiones también puede ocurrir que una obra necesite un público muy específico que la editorial, desde su perspectiva profesional, no sabe dónde se encuentra. Y siento decir que la mayoría de las editoriales están muy cómodas instaladas en su perspectiva de libro generalista y aquejadas por la ya mencionada falta de tiempo. A lo mejor un libro sobre Perico Delgado necesita despertar el interés de los aficionados al ciclismo, y la editorial, aunque se especializa en deportes, jamás ha salido del fútbol y el baloncesto y no tiene ni idea de a quién le puede interesar algo así. Es duro, pero en el sector editorial en España impera la dictadura de la mayoría.

5. El libro no conecta con el editor.

Además de editores, somos lectores. Y humanos. Sin duda tenemos una perspectiva profesional por ejemplo, yo aprendí de Oz Editorial a no prejuzgar ciertos libros por mi edad o mi experiencia, sino a valorarlos en su contexto—, pero también tenemos gustos y filias personales. En Café con Leche, Ricardo no lee los mismos libros que Diana, y por eso intentamos que ciertas propuestas las valore Ricardo y de otras se ocupe Diana.

Por supuesto que tenemos rigor y experiencia lectora. Tratamos de ponernos en la piel de un lector diferente, si vemos que la obra llama a un lector que no somos nosotros. Pero a veces no podemos evitar pensar «mira, esto a mí no me va», y nos cuesta imaginar cómo podríamos vender algo de lo que nosotros mismos nos sentimos tan desconectados. Como en muchas partes, es vital el entusiasmo, y es muy difícil entusiasmarnos por algo que no entendemos.

6. ¡Tu obra es mala!

Llegados a este punto, ¡sí, claro que ocurre alguna vez! Sin ánimo de ofender, hay autores que deberían pensárselo dos veces antes de enviar su obra a una editorial, ¡aunque sea una tan pequeña como la nuestra! No se puede pensar que lo primero que escribes va a ser publicable (bueno, en el caso de algún autor nuestro sí, pero porque son especiales). Lo más probable es que, por mucho que te guste, sea una copia barata de algo que has visto o leído, que los diálogos no lleven a nada, que no puntúes correctamente, que la sutileza brille por su ausencia…

Y sin embargo, debemos decir que en nuestro caso, estas obras son las menos. ¿Por qué? Porque casi todo lo que leemos tiene fortalezas y debilidades. Nuestro trabajo consiste, en parte, en acentuar esas fortalezas y disimular las debilidades, además de encontrar un público que aprecie sus fortalezas.

Muy pocas veces nos llega algo que pensemos que es malo. Sí que nos han llegado cosas a las que pensamos que les falta un toque, les falta técnica, les falta revisión, etc. Y puede que desechemos esas obras, pero es porque no tenemos tiempo (1) o recursos (2) para intentar mejorarlas. Cuando tenemos una oferta amplia, es evidente que vamos a escoger primero las que nos parecen la repera, las que son más vendibles (4), aquellas con las que conectamos mejor (5).

Por eso ocurre que, con frecuencia y en la práctica, las editoriales se cierran a trabajar solamente con autores conocidos y agencias literarias. Porque ya saben cómo trabajar el texto con esos autores (es decir, conocen sus fortalezas) y las agencias han hecho buena parte de este trabajo antes de enviar los manuscritos. Han sido un primer filtro y han elegido las obras y los autores que consideran más «fuertes».

Por supuesto, el que sale perjudicado es, de nuevo, el autor novel, el autor desconocido, el autor que escribe en castellano, el autor joven al que le falta un empujoncito y un poco de trabajo para ser maravilloso. Y por eso, creemos, se pierde tanto talento. Porque somos conscientes de que para llegar a tener una sola obra «fuerte» hay que invertir cantidades ingentes de tiempo, ambición y, en ocasiones, dinero (cursos literarios, promoción, impresión de manuscritos…). Una persona puede tener muchísimo talento y carecer de estos otros factores, por lo que termina desilusionándose.

No obstante, una de las experiencias más bonitas de editar es encontrar ese autor medio desconocido y esa obra que conecta con el público. Nosotros no vamos a dejar de buscarlos, así que os pedimos que, como autores, no os rindáis. Ya habéis visto que la mayoría de veces el rechazo no depende directamente de la obra, sino de las circunstancias. Así que si estáis seguros de vuestro trabajo, seguid intentándolo. Si pensáis que podría mejorar, trabajadlo.

Por nuestra parte, seguiremos tratando de dar esquinazo al tiempo…

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5 comentarios en “Razones por las que la editorial rechaza tu manuscrito

  1. Tengo un libro de cuentos listo. Algunos premiados. Uno de ellos saco 3 premios y lo va a públicar dunken en una antologia pero no tienen la exclusividad de los derechos asi q podria incluirse. Tb tengo lista una novela. He publicado varios libros de derecho y muchos artículos en diarios

  2. Amiga, me parece que estás un poco equivocada en tus apreciaciones. la función de una editorial es precisamente divulgar en letras lo que el Ser humano necesita. Sólo que los «Escritores» en ocasiones ignoran las reglas básicas de la gramática; Sintaxis, Prosodia y ortografía. Recursos: El valor intrínseco de un libro de 200 pag. no excede «en México», a un euro, y su precio de venta oscila entre $150.00 y 180.00 pesos. (10 euros) un tiro de mil, si vende cien ya recuperó su capital. #3. Es cierto hay editoriales que no trabajan determinados géneros. #4. todo libro es posible de venta, sucede que las editoriales no tienen promotores literarios que se tomen en serio su función; si lo encuentra el escritor, quiere el 40% del precio de venta, más gastos de representación y promoción, con lo que se invierte el doble del costo del libro. + el 40% para la librería expendedora. 10% el escritor, ¿Y por la edición? #5 todo editor que se precie de ser lector de inmediato identificará si es científico, ficción, objetivo o subjetivo, si tiene los recursos que hacen interesante una obra o no; y eso se descubre casi en la primera cuartilla. #6. Es cierto; hay obras malas y malas obras, y si argumentas que ustedes pueden «acentuar esas fortalezas y disimular las debilidades, además de encontrar un público que aprecie sus fortalezas». Entonces no eres editorialista; sino tallerista. De cualquier forma, alabo su emprender, son una editorial con muchas perspectivas para descubrir nuevos talentos y deshacerse de las capillas culturales que se reparten los presupuestos de universidades y secretarías de cultura. Ojala pudiera yo hacerte llegar mis obras para calificarlas.

    1. Gracias por tus palabras, Humberto. Aunque coincidimos en la visión de la labor del editor, creo que diferimos en los métodos; créeme que la realidad de la industria, al menos en España, es bastante complicada…

      Sobre la diferencia entre editorialista y tallerista, en el mundo anglosajón existe una diferencia entre las figuras del «Editor» y el «Publisher». Nosotros tenemos más vocación de Editors que de Publishers, aunque aglutinamos ambas funciones por el tamaño pequeño de nuestro mercado. 🙂

  3. Excelente comentario, estoy de acuerdo es un trabajo arduo eso de ubicar un editor que se interese, creo que no es el manuscrito el rechazado, lo que rechazan es el nombre del autor desconocido, eso crea temor en ellos, no quieren apostar por nosotros; pero creo también que cuando nuestro nombre se ubica en un lugar de alguna importancia, entonces se invierten los papeles y es cuando los editores empiezan a casarnos para que dejemos a ellos nuestros manuscritos.

    Por ahora creo que como muchos colegas puedo seguir buscando aquel que como usted lo dice se conecte con nosotros y se decida a publicar un manuscruito que se puede convertir en todo un éxito literario, eso deseo para todos quienes quieran publicar.
    Gracias.

    1. «Casar» un «manuscruito» no es la tarea de un editor. Y eso no es porque el autor sea desconocido, sino porque algunos no se toman la molestia de releer y corregir los mismos. Me duele en el alma decirlo, pero hay preguntas que se contestan solas. Por otro lado, si, aunque no se desee ganar montañas de dinero con una editorial, se espera publicar libros que se vendan, por lo que se buscan buenas obras, si es posible de autores conocidos. Que hay de malo en eso? Mi recomendación es que publique y difunda por su cuenta, hasta ver si la esperada calidad se reconoce. Mucha suerte!.

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